
Te ganas a ti…

Nuestra corriente de pensamiento tiene un tema estrella en el que invertimos mucho tiempo y esfuerzo. Este tema recurrente es nuestro propio comportamiento (lo que nos sucede cada día y lo que hacemos al respecto).
Nos preocupa mucho nuestro comportamiento principalmente porque nos ayuda a interpretarnos a nosotros mismos, la imagen que damos a los demás y sentir que lo que hacemos está bien.
Hay dos factores que influyen en gran medida en como hablamos con nosotros mismos sobre nosotros mismos:
Como reflexión y pauta final podemos intentar vivir los errores como una fuente natural de aprendizaje, maximizar el tiempo y la intensidad de los pensamientos en positivo sobre uno mismo, y generalizar este comportamiento a los pensamientos sobre los demás y sobre el mundo que nos rodea. A ser posible deberíamos intentar redirigir las conversaciones (que hoy en día son la gran mayoría) sobre lo que va mal, las dificultades, la crítica indiscriminada y lo negativo, hacia una perspectiva más positiva, de manera que generemos huellas de memoria positivas tanto en nosotros mismos como con los demás, y además permitirnos apreciar las pequeñas (y grandes) cosas, situaciones y personas maravillosas que nos rodean. Esto permite tener más buenas sensaciones y más energía a lo largo del día, e irnos a descansar por la noche con mayor bienestar, acercándonos al objetivo final de SER un poquito más FELICES.
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¡Muchas gracias y que hagas un buen día!
En esta entrada os dejo una breve intervención en el programa de televisión del canal IB3 Cinc Díes, en el que se trató el tema de las distancias sociales y la gestión del espacio (proxemia) y la adecuación de los saludos en el entorno laboral.
Y tú, ¿qué piensas al respecto?
Un saludo y que hagas un buen día
SER FELIZ -BELÉN MARTÍN
En este vídeo vamos a puntualizar algunos aspectos sobre la gestión de problemas ajenos en los que nos sentimos con la necesidad u obligación de involucrarnos.
En primer lugar cabe señalar que la libertad de expresión es un derecho inalienable por el que todos somos completamente libres de opinar lo que queramos, sobre lo que queramos y cuando queramos. Sin embargo cuando hay un conflicto entre dos o más personas (del que no formamos parte) y expresamos nuestra opinión (de manera bienintencionada, por supuesto) sin considerar las consecuencias que este acto pueda tener, estamos participando en el problema, incluso provocando que se magnifique o incluso empeore.
Esto es fácil que suceda dado que al expresar opiniones sin sentirnos responsables de éstas o sus consecuencias afectamos a las relaciones entre otras personas o entre esas otras personas con nosotros mismos. No deberíamos perder nunca de vista el hecho de una relación entre dos personas es única y diferente de la que pueden tener esas personas con otra. Por ejemplo, mi relación con mi hermana es única, mi relación con mi madre es única, y la relación entre ellas es única y diferente a las anteriores. Esto es extrapolable a cualquier relación: por ejemplo con unos amigos, parejas, compañeros de trabajo, etc.
Si se presenta un conflicto entre dos personas con las que tenemos relación debemos respetar que ese conflicto es entre ellas, y aún conociendo a ambas, son esas personas las que deben resolverlo sin que interferamos con nuestra propia opinión. Nuestro comportamiento debería limitarse a mostrar apoyo y escucha para evitar perjudicar a esas personas o su relación con nosotros.
En muchas ocasiones seguro que te has encontrado en situaciones (normalmente muy incómodas) en las que dos personas cercanas presentan un conflicto y te lo plantean por separado, y en el momento que opinas has pasado a formar parte del problema, ya que tu opinión puede utilizarse para generar más controversia, o se puede malenter o tergiversar por alguna de las partes.
De la misma manera si uno tiene un conflicto con otra persona no deberíamos buscar la opinión de terceras personas, principalmente porque su opinión estará hecha desde su perspectiva y (aunque sea con una buena intención) puede ser una opinión que nos influya a tomar decisiones o actuar de una manera que puede no beneficiarnos porque no es la que está elaborada desde el “Yo”. Además no perdamos de vista que cada vez que una información pasa de una persona a otra se genera el efecto “teléfono roto”, por el que la información se va reelaborando (insisto, de una manera inconsciente y no malintencionada) que puede llevar a que a la otra persona con la que se tiene el conflicto le lleguen unas impresiones, informaciones e intenciones totalmente diferentes a las que uno ha manifestado, sobredimensionando el problema y reduciendo las probabilidades de resolución. La pauta más adecuada es que si tienes un problema lo hables directamente con esa persona, evitando los intermediarios y las reinterpretaciones y los errores inherentes al propio proceso comunicativo.
Como conclusión podemos afirmar que la manera más eficaz de resolver problemas es que cada uno es responsable y resuelve los suyos en comunicación directa con las personas implicadas, evitando las interferencias y los malentendidos. De esta manera la comunicación es lo más eficiente, sincera y directa, centrada en la resolución del problema y no en dar bombo al propio problema y pudiendo perjudicar a la relación entre otras personas o entre nosotros y esas personas.
Finalmente, el tener la oportunidad de resolver nuestros propios problemas con las personas implicadas, y dar la oportunidad a los demás de aprender a resolver sus problemas con otras personas sin que intervengamos, facilita que nos sintamos mejor con nosotros mismos y con las personas que nos rodean, acercándonos un poquito más al gran objetivo de nuestras vidas: SER FELICES.
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¡Muchas gracias y que hagas un buen día!
En los vídeos anteriores hicimos hincapié en la importancia del autoconocimiento y en el conocimiento de nuestro flujo comunicación con nosotros mismos con el fin de beneficiar nuestro propio bienestar y para poder afrontar nuestro día a día de una manera más saludable.
Explicamos que gran parte de nuestra energía y tiempo lo dedicamos cada día nuestros pensamientos, que en su mayoría están dedicados a las preocupaciones, y que estas a su vez se suelen centrar en los problemas que nos suceden o en los que nos vemos involucrados.
Teniendo en cuenta que hay tres tipos de problemas (los que uno mismo es parte total o parcial de la solución, los que uno no forma parte de la solución y los problemas de los demás en los que nos sentimos involucrados de alguna manera) en este vídeo nos vamos a centrar en los dos últimos, que son los problemas relacionados con nuestras emociones, y en como afrontarlos.
En los problemas en los que no depende de nosotros la solución (por ejemplo, la enfermedad de un familiar) la pauta más eficaz consiste en centrarnos en la emoción que nos genera a nosotros o a las personas que les afecta. El proceso consiste en analizar el problema y definir las emociones que nos genera y las expresemos abiertamente, bien a nosotros mismos para facilitar su aceptación, bien con las personas involucradas para hacerles partícipes de lo que nos sucede, o bien con terceras personas que nos puedan proporcionar el apoyo emocional que precisamos. No se trata de buscar una solución, sino de afrontar con naturalidad las emociones que nos generan, compartirlas y facilitar que nos sintamos apoyados. Igualmente, una manera magnífica de afrontar problemas que no tienen solución es mostrarnos como apoyo emocional a las personas que se ven igualmente afectadas, creando un vínculo emocional y facilitando su procesamiento adaptativo y funcional.
En el caso de los problemas que no nos afectan a nosotros mismos pero en los que nos sentimos proclives a intervenir de alguna manera porque creemos que podemos ser parte de la solución (discusión entre dos personas cercanas a nosotros, la separación de una pareja con la que tenemos cercanía) deberíamos mantener una posición de prudencia, escuchando y apoyando a esas personas pero sin participar de manera activa en el problema. ¿Por qué no deberíamos intervenir en un problema de personas a las que apreciamos y a las que creemos que podemos solucionar un problema entre ellas? En primer lugar porque intervenir supone expresar una opinión o aportar unas soluciones que están pensadas desde el “Yo”, y como ya hemos señalado en múltiples ocasiones, cada persona piensa, siente y vive de una manera diferente las situaciones, por lo que lo que uno opina o haría en una situación conflictiva no tiene porque ser la mejor opción para otra persona. Incluso con la mejor intención podemos aportar puntos de vista o soluciones que no les ayuden o que magnifiquen el problema. En segundo lugar, y no menos importante, porque muchas veces un problema entre esas otras personas se acaba resolviendo (mejor o peor) y al final uno acaba siendo perjudicado por haber expresado su opinión o una crítica sobre las personas implicadas o sus comportamientos. Lo ideal es mostrar nuestra mejor capacidad de escucha y apoyo pero minimizando la intervención directa en ellos, para que sean las personas directamente implicadas quienes lo resuelvan.
De todas maneras, sea cual sea el problema del que tratemos, siempre que nos supere la situación o nos encontremos con dificultades para afrontarlo, deberíamos acudir al profesional adecuado para recibir la ayuda necesaria. Por ejemplo, si tenemos un problema de cañerías acudimos a un fontanero, si tenemos un problema de electricidad acudimos al electricista y si tenemos un problema sobre problemas, personas, conductas, pensamientos o emociones deberíamos acudir al profesional adecuado, que en este caso sería el psicólogo. Este profesional nos va a aportar una visión externa, mayor perspectiva, va a analizar el problema con detalle y nos va a proporcionar pautas adecuadas para resolver y/o afrontar el problema. Lo que suele suceder es que como todos tenemos problemas pensamos que cualquiera puede ser un buen aliado para solucionar los nuestros, cuando la realidad es que al acudir a una persona que no es un profesional en la resolución de problemas lo que nos va a facilitar es su opinión y soluciones desde la visión parcial de su manera de pensar, sentir y vivir, que no tiene porque ser la nuestra ni la más adecuada. Se trata de ser prudentes con quien compartimos nuestros problemas, ya que nuestra familia y amigos pueden ser una gran fuente de empatía y apoyo, pero no siempre tienen la imparcialidad o los conocimientos para ayudarnos de una manera eficaz.
Finalmente cabe realizar una reflexión que nos puede ayudar a tomar decisiones en cualquier situación que nos genere malestar o preocupación, y es que nos preguntemos si esta situación nos la planteara que le está pasando a la persona que más queremos ¿qué le diríamos? El porque de esta pregunta es muy sencillo: nos es mucho más sencillo valorar un problema cogiendo perspectiva y buscando lo mejor para esa persona. No tenemos que querer menos para nosotros mismos que para la persona que más queremos en el mundo, ya que si no buscamos lo mejor para nosotros mismos no podemos estar bien nosotros ni con nosotros mismos ni con los demás.
Como ejercicios para aplicar en nuestra vida cotidiana a partir de lo aprendido en el vídeo tenemos los siguientes:
De esta manera estamos facilitando un afrontamiento funcional de nuestros problemas y un apoyo emocional a las personas que padecen problemas, beneficiando nuestro propio bienestar y el de las personas que nos rodean, acercándonos cada vez un poquito más al gran objetivo de nuestras vidas: SER FELICES.
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La comunicación que tenemos con nosotros mismos, ese flujo de pensamiento que nos acompaña durante todo el día, es importante porque invertimos en él tiempo y energía.
Las temáticas que más nos absorben suelen ser las tareas pendientes (cuestión que ya tratamos en el vídeo anterior) y las preocupaciones. Dentro de las preocupaciones habituales los grandes protagonistas suelen ser los problemas: solemos dedicar mucho tiempo a interpretar la conducta de los demás en función de nuestra conducta, intentando dar una explicación o justificación a la conducta de los demás sin ser esas personas. Teniendo en cuenta que nadie piensa, ni siente ni actúa igual no deberíamos hacerlo (o por lo menos no tan a menudo) porque da lugar a error, y con ello a problemas no deseados.
La pauta adecuada cuando sucede que tenemos un problema, y parte del problema es la interpretación que le estamos dando a la conducta de otra persona, consiste en preguntar a esa otra persona para resolver la duda y deshacer parte (o todo) del problema. Debemos aceptar que nadie tiene una bola de cristal para adivinar las causas de las conductas de los demás. Más vale preguntar y parecer tonto una vez que no preguntar y parecer tonto siempre por estar interpretando situaciones y a las personas desde una perspectiva equivocada, que es a partir de nosotros mismos cuando lo que pretendemos es dar un significado a la conducta de otra persona y actuamos en función de ese significado y no del propósito real de esa otra persona.
Siempre que tengamos una duda sobre la conducta, la actitud o el pensamiento de otra persona lo mejor que podemos hacer es preguntar para resolver esa duda y dejar de consumir parte de nuestro flujo de pensamiento, de nuestras energías y tiempo, evitando que nos lleve a un error y, por lo tanto, a un problema.
Hay tres tipos básicos de problemas:
Centrándonos en el primer tipo de problema (en el que la solución depende de mí) cuando se presenta este tipo de situación debemos plantearnos en qué consiste el problema en sí para centrarme en buscar soluciones. Normalmente la solución a la mayoría de este problemas consiste en ponernos en contacto con las personas implicadas y, a través de la negociación, alcanzar un acuerdo satisfactorio para todos o, por lo menos, sentirnos lo mejor posible con nosotros mismos por haber mantenido una actitud productiva de buscar soluciones con las personas adecuadas.
Como conclusiones del vídeo de hoy os ofrezco dos ejercicios para realizar:
De esta manera estamos facilitando que nuestro flujo de pensamiento sea funcional y beneficiamos nuestro propio bienestar y el de las personas que nos rodean, acercándonos cada vez un poquito más al gran objetivo de nuestras vidas: SER FELICES.
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¡Muchas gracias y que hagas un buen día!
Los manuales y referencias sobre comunicación en muchas ocasiones no recogen los conceptos de contexto físico, contexto social y momento, cuando son aspectos cruciales a la hora de ser eficaces en nuestra vida cotidiana.
El contexto físico hace referencia a los objetos y el entorno físico que nos rodea (por ejemplo, paredes, puertas, mesa, silla, botella, etc.) y que pueden favorecer o entorpecer la comunicación. Es especialmente importante en el ámbito laboral porque solemos estar en lugares en que la distribución responde a un objetivo de maximizar el aprovechamiento del espacio y la presencia de objetos está destinada el desempeño de un puesto específico de trabajo, pero en muchas ocasiones dificultan la comunicación fluida.
Como buenos comunicadores nuestro objetivo respecto al contexto físico es identificar los objetos que entorpecen la comunicación y modificarlos en la medida de lo posible para que su interferencia sea mínima. En el caso de no poder modificar el contexto físico y éste no sea favorable para la comunicación una buena alternativa es trasladar la comunicación a un lugar más apropiado.
El contexto social hace referencia a las personas con las que estamos cuando tenemos una conversación concreta. Es especialmente importante en las relaciones personales, ya que no se puede hablar cualquier tema delante de cualquiera, porque impide que el mensaje se transmita o reciba adecuadamente por la influencia de los demás.
El concepto de momento se refiere a buscar un momento adecuado para cada comunicación. Cada persona tiene una gradación de importancia para las cosas de su vida (por ejemplo, el orden para mí puede ser muy importante, y para otra persona nada importante) y no es ni mejor ni peor, solo diferente. Cuando tenemos conversaciones sobre temas triviales o de la vida cotidiana que no tienen una importancia muy alta para nosotros, el momento es casi indiferente. Sin embargo cuando un tema en particular para nosotros es especialmente importante y tenemos que compartir una información al respecto con alguien no podemos hacerlo en cualquier momento (que es lo que se suele hacer porque tendemos a actuar por impulso: esto se me pasa por la cabeza ahora, pues ahora lo hablo), sino que tendremos muchas más probabilidades de que nuestro mensaje sea más eficaz si buscamos el momento adecuado para transmitirlo. También hay que tener en cuenta que el momento también tiene que ser adecuado para la otra persona, por lo que es recomendable preguntar al otro cuando le va bien para que todas las personas implicadas en la conversación compartan el mejor momento posible y la comunicación sea fluida y eficaz.
El ejercicio indicado para trabajar estos conceptos es observar estos aspectos en nuestras comunicaciones cotidianas. De esta manera podemos aprender a identificar y modificar el contexto físico, seleccionar el contexto social y elegir el momento adecuado para que las comunicaciones sean más eficaces y nos ayuden a mejorar el bienestar con nosotros mismos y con las personas que nos rodean. Teniendo en cuenta todas las pautas de comunicación eficaz que hemos ido considerando nos acercamos un poquito más al gran objetivo de nuestras vidas, que no es otro que SER FELICES.