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#realismoemocional

Hace poco me comentaba una paciente adolescente que se sentía mal con ella misma. Los síntomas principales comprendían ansiedad, estado de ánimo deprimido y baja autoestima. En la evaluación nos dimos cuenta de que la causa principal de todos estos sentimientos perjudiciales para su salud estaban relacionados con las redes sociales de dos maneras diferenciadas y complementarias:

  • Por una parte dedicaba mucho tiempo a visualizar las redes sociales tanto de sus amistades como de personas famosas en las que, de manera indiscriminada y mayoritaria, se mostraban como personas felices y con vidas perfectas.

  • Por otra, y no menos importante, invertía mucho tiempo y esfuerzo en imitar esos perfiles. Se hacía una media de 20 fotos al día para finalmente elegir una o ninguna que, después de pasar por filtros y ediciones varias, compartía con el único propósito de obtener likes y comentarios positivos.

Si este fuera un caso aislado atribuiría parte del problema a las posibles vulnerabilidades de la persona, en combinación con uno o más estresores. Sin embargo este es un perfil por desgracia ya habitual en las consultas de psicología y psiquiatría. A cualquier edad, de cualquier género y en cualesquiera circunstancias, el mal uso y abuso de las redes sociales (Instagram, Tik, Tok, WhatsApp, Facebook, Snapchat, Youtube, Twitter, etc.) generan una elevada ansiedad, miedos a nivel social, tristeza, malestar general, depresión, baja autoestima y, en los casos más graves, ideación suicida. En adición esta situación se ha visto agravada por la globalización digital y la pandemia por COVID-19, ya que en gran medida se está dependiendo de la conexión digital (tanto online como offline) para mantener el contacto con nuestros familiares y amigos, estar informados (en ocasiones, intoxicados informativamente) y estudiar/trabajar.

La pregunta clave sería ¿qué podemos hacer para evitar patologías psicológicas y psiquiátricas derivadas de este mal uso y abuso de las redes sociales? ¿Dejamos de usarlas y nos aislamos socialmente? ¿Las usamos tal como venimos haciendo sin tener en cuenta las consecuencias? Difícil, pero no imposible. Podemos informarnos e informar para favorecer un buen uso de la información, de las conexiones digitales y las redes sociales, sacarles el máximo partido, sin ser víctimas de ello. Lo que vendría siendo un uso responsable, ya que unas herramientas tan complejas y que pueden tener unas consecuencias tan serias, requieren una gran responsabilidad para hacer uso de ellas.

Os pondré un ejemplo: cualquiera de nosotros no dejaría que una persona desconocida tuviera fotos nuestras posando, de nuestros familiares, amistades, mascotas, casa o trabajo, colgadas en la pared de su vivienda. No dedicaríamos horas y horas a pasear por las casas de personas no conocemos, ni daríamos por buenas sus opiniones sin más. Tampoco pasaríamos más tiempo apoyando o criticando los comentarios de desconocidos que de las personas que comparten nuestras vidas, ni mucho menos tendríamos la necesidad de estar diciendo a cada desconocido que pasea por la calle lo que hemos desayunado, donde vamos a salir ni le preguntaríamos si le gusta o no nuestra ropa o manera de pensar. Y donde pone «desconocidos» puede complementarse con conocidos, allegados, etc. Sin embargo es lo que hacemos cada día durante muchas horas, incluso ignorando a las personas que tenemos cerca para atender a estos «desconocidos» que, en muchas ocasiones, simplemente están reproduciendo este perfil.

Para colmo, todo lo que compartimos en las redes sociales está totalmente sesgado por dos factores clave: los algoritmos de proximidad (nuestras publicaciones le salen a personas que publican cosas similares a las nuestras, sobretodo en cuanto a ideología) y la búsqueda de aprobación (que favorece que sólo publiquemos lo «bueno»). Esto implica que si nos dedicamos a publicar exclusivamente las fotos en las que salimos bien, las cosas «maravillosas» de nuestras vidas, los demás creen que siempre nos va todo bien y estamos bien. Y cuando nos pasan cosas que nos generan malestar como tristeza, miedo, enfado, asco, etc. (que por sí mismas no son malas, aunque no nos guste sentirlas tienen un componente de adaptación), como no las compartimos, no podemos recibir el apoyo, la ayuda o la comprensión de otros. Asimismo, es un bucle retroalimentado, ya que como los demás hacen lo mismo, tampoco podemos mostrarles apoyo.

Tampoco se trata de publicar sólo lo «malo» ni mucho menos: el criticismo y malestar extremo se deben tratar con un especialista y no en la marabunta digital, pues la mayoría de personas que nos «ven» o nos «leen» en las redes sociales no cuentan con unos recursos especializados para trabajarlos (como un psicólogo), y, además, generan rechazo, por lo que puede tener un efecto muy nocivo: además de sentirnos mal, sentirnos ignorados o abandonados.

La clave está en el realismo emocional: deberíamos ser capaces de mantener una relación saludable y próxima con nuestras personas queridas (y cercanas de verdad) y compartir con éstas nuestras emociones reales, sin ignorar ninguna de ellas pero sin necesidad de entrar en dramatizaciones innecesarias o absolutismos. Para el resto de personas (lo que hemos venido etiquetando como «desconocidos» porque no forman parte habitual de nuestros círculos o nuestra vida cotidiana) ¿qué consideras que podría ser sano y responsable? ¿Dejamos de compartir? ¿Seguimos compartiendo como si nada sólo lo «bueno»? Pues la respuesta más sencilla y coherente es que hacemos exactamente lo mismo: no somos dos personas diferentes. Cada uno de nosotros somos una sola persona que elije de manera consciente compartir selectivamente en las redes sociales (que puede ver cualquiera) una realidad responsable y consecuente con quienes somos en todo momento. Nuestra vida no debería depender de ninguna manera ni de lo que compartimos ni de lo que piensan los demás de ello, porque sino estamos poniendo en las manos de cualquiera nuestro propio autoconcepto, nuestra autoestima, nuestro estado de ánimo y nuestro futuro. Una opción válida es compartir sin sobreexponerse ni dejar que la exposición de los demás distorsione nuestra realidad.

Os animo a que compartáis con coherencia, dignidad y responsabilidad. Os animo al #realismoemocional que nos ayuda a ser nosotros mismos, completos, sinceros y serenos en cualquier ámbito: tanto público, como privado.

Desde SER FELIZ os deseamos que este artículo os haya sido de ayuda. Os pedimos máxima difusión (sobretodo en redes sociales para gestionar y hacer un buen uso de las propias redes sociales) y que identifiquéis vuestra colaboración en el proyecto y vuestro acto de conciencia con el hastag #realismoemocional. Contra más seamos, más posibilidades de facilitar una reflexión útil y funcional, y de crear una red de personas «redesocialmente saludables».

Aprovechamos para agradecer a la grandísima ilustradora Sonia Santandreu su colaboración inestimable: pocas personas saben transmitir emociones como tú. Gracias de corazón.

Apéndice. A continuación os enlazo unos cuantos artículos científicos sobre los efectos nocivos de un mal uso y abuso de las redes sociales a nivel psicológico que os pueden interesar.

  • Adicción a las redes sociales y sintomatología depresiva en universitarios. Se evidencia una correlación significativa entre las dimensiones de adicción a redes sociales y la sintomatología depresiva. Existe una relación directa en el aumento de los niveles de ambas variables en la muestra estudiada. Asimismo, cursar un ciclo de estudio inicial está asociado a la sintomatología depresiva severa. Las redes sociales podrían estar siendo utilizadas por este grupo poblacional para cubrir la baja autoestima, compensar la carencia de habilidades sociales y el aislamiento usualmente conectado a la sintomatología depresiva.
  • Autoestima corporal, publicaciones virtuales en las redes sociales y sexualidad en adolescentes. Los adolescentes con alta autoestima corporal estética y erótica son los que más publicaciones eróticas realizan en las redes sociales y los que más estrategias de avance sexual presentan, especialmente físicas y verbales.
  • Factores de riesgo y factores de protección en la adicción a las nuevas tecnologías y redes sociales en jóvenes y adolescentes. Los síntomas del abuso de Internet son comparables a los criterios utilizados para diagnosticar otras adicciones químicas y no-químicas. Hay algunas señales de alarma que se encienden antes de que una afición se convierta en una adicción. Los principales factores de riesgo de esta adicción para los jóvenes son la vulnerabilidad psicológica, el estrés, las familias disfuncionales y la presión social. A su vez, los factores de protección están estrechamente relacionados con las habilidades de afrontamiento, el entorno social sano y el apoyo familiar.
  • La satisfacción con la imagen corporal : su relación con las redes sociales y la autoestima. Los resultados obtenidos indican dos relaciones significativas: a mayor uso de las redes sociales mayor es la insatisfacción corporal, y a menor autoestima, mayor es la insatisfacción corporal. Siendo la relación entre la autoestima e insatisfacción con la imagen corporal mayor que en el caso del uso de las redes sociales y la insatisfacción corporal.
  • Relación del uso de redes sociales con la autoestima y la ansiedad en estudiantes universitarios. Muestra que la adicción a las redes sociales se relaciona de forma negativa con el nivel de autoestima, y de forma significativa con el nivel de ansiedad, de manera que los estudiantes con mayor adicción a dichas redes manifiestan también un mayor nivel de ansiedad.
  • Riesgo de adicción a redes sociales, autoestima y autocontrol en estudiantes de secundaria. Explicita que a medida que los estudiantes muestren inseguridad, aislamiento y poco dominio propio sobre sus conductas, mayor será el riesgo de adicción a las redes sociales.
  • Uso problemático de redes sociales 2.0 en nativos digitales: análisis bibliográfico. Los resultados mostraron que aquellos nativos digitales con carencia en habilidades sociales, con ansiedad social y baja autoestima prefieren una interacción social a través de la Red para satisfacer sus necesidades psicosociales y presentan riesgos de interferencia negativa en sus vidas cotidianas. En relación a cibernautas con ansiedad social y déficit en habilidades sociales manifiestan una preferencia por redes sociales por motivos de auto-presentación y compensación característicos de esa necesidad de aceptación y pertenencia a un grupo.

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Cuando tus hijos hacen más caso al móvil que a ti

Los menores de edad cada vez tienen mayor acceso a las nuevas tecnologías, en especial a los móviles, las tablets, las consolas y los ordenadores. Este contacto tiene lugar cada vez a edades más tempranas y durante más tiempo.

Los datos del Instituto Nacional de Estadística en su encuesta anual sobre equipamiento y uso de las tecnologías de la información y la comunicación en los hogares invitan a una profunda reflexión cuando ponen de manifiesto que el acceso a internet de los menores de entre 10 y 15 años alcanza el 92% de los usuarios, que esta cifra se incrementa hasta el 96% a partir de los 13 años, y que casi un 70% de ellos disponen de su propio teléfono móvil.

Por una parte tenemos la gran ventaja de que los niños y jóvenes tienen una gran disponibilidad de información, conexión social y opciones de ocio a su alcance pero otra parte sucede que no necesariamente saben manejar, hacer un uso seguro o tienen los recursos para afrontar los riesgos que pueden suponer por ejemplo la sobreexposición, las adicciones a los vídeo juegos o las redes sociales, o el ciberbullying.

Si tu hij@ ya se conecta a internet y hace uso de las diferentes tecnologías la mejor manera de prevenir problemas y riesgos es que los padres y madres nos informemos y que adoptemos una actitud educativa sobre tecnologías con nuestros hijos.

Prohibir o castigar con el uso de las tecnologías no es una solución ni recomendable ni útil a medio o largo plazo. Vale más la pena dedicar un tiempo a formarse en cómo funcionan las herramientas digitales y las redes sociales en las que se mueven nuestros hijos para poder enseñarles a ellos a hacer un uso responsable y funcional.

Hay una serie de comportamientos que te pueden ayudar a favorecer un uso responsable y seguro de internet, y a su vez tu relación con ellos:

  1. Explicarles que tener control sobre lo que hacen y ven es una medida de seguridad para ellos activando el control parental de los dispositivos que utilizan. Si, por su edad, consideras que el control parental es muy restrictivo o no necesario, enséñales que es importante que tengan cuidado con las búsquedas, las aplicaciones o las herramientas que utilizan.
  2. Supervisar su actividad, ya que internet no tiene que ser el entretenimiento de los hijos cuando nos va bien cual sea cu contenido, si no que debemos ser selectivos con lo que ven y ofrecerles alternativas de ocio.
  3. Establecer unos límites horarios, no dejar que estén conectados sin medida para evitar las adicciones y las dificultades de adaptación escolares y sociales que éstas suponen. Una buena referencia es establecer un uso de máximo de entre media a una hora al día, sumando el uso de todos los dispositivos.
  4. Establecer unos criterios de intimidad claros desde el principio: los dispositivos son propiedad de los progenitores o tutores, su uso está supeditado a que el menor demuestre de una manera constante que hace un uso responsable, y los padres tienen la obligación de velar por su seguridad aún a costa de la intimidad del menor (igual que no les dejaríamos a solas hablar con un adulto desconocido, o estar semidesnudo en un lugar público, no les permitimos que hablen con desconocidos o publicar fotos semidesnudos en redes sociales). Para ello se recomienda una revisión en profundidad de todo lo que hace el menor en los diferentes dispositivos, con la norma estricta de que no puede borrar ningún contenido (si lo hace pierde nuestra confianza, y por lo tanto, el uso de un dispositivo que requiere responsabilidad y confianza por su parte).
  5. Disponer de adultos de referencia ante situaciones difíciles o dudosas (por ejemplo, demandas de solicitudes de amistad de personas que no conocen, peticiones de fotos o vídeos comprometidos). Esto significa asumir que nuestros hijos no siempre van a acudir a nosotros cuando necesiten ayuda, pero que sí tendrán siempre un adulto responsable (por ejemplo un tío o tía, amigos de la familia, abuelos, profesores, etc.) a quien solicitar esa ayuda en caso necesario. Estos adultos los pueden elegir ellos o entre todos, pero es importante que tengan su contacto y sepan que disponen de una red de apoyo si la necesitan.
  6. Enseñarles a mantener su privacidad mediante la configuración adecuada de los requisitos de privacidad de los dispositivos y aplicaciones de las que hagan uso, para evitar que personas ajenas a su círculo pueden ponerse en contacto con ellos o acceder a su información personal.
  7. Educar en el respeto: no hacer ni decir nada que no nos gustaría que nos dijeran ni hicieran, ni en persona ni a través de internet, la mensajería o las redes sociales. Es muy fácil caer en la “trampa” de meterse con compañeros en los diferentes grupos de mensajería tanto por la distancia física y emocional que supone, como por la presión del grupo. Educarles en que las palabras son las mismas y tienen el mismo efecto y consecuencias dichas a la cara que escritas, y que no se debería decir nada que no se piensa o no se diría teniendo a la persona presente, es la base de la educación emocional, empatía y relaciones sociales saludables.
  8. Dar ejemplo haciendo un uso responsable y limitado de los dispositivos tecnológicos (teléfono, tablet, ordenador) y de las redes sociales. Nuestros hijos imitan lo que hacemos, por lo que presentarnos como modelos coherentes que aplican lo que dicen les ayuda a comprender y asumir la importancia de mantener una relación saludable con la tecnología. No está de más recordar que es de vital importancia pasar más tiempo con ellos, y pendientes de ellos, que con los móviles o el ordenador, potenciando las relaciones familiares satisfactorias.

Con estos consejos y recomendaciones os animamos a tener una actitud positiva ante el reto que supone incorporar las tecnologías de la información, las redes sociales y el ocio tecnológico a nuestras vidas con naturalidad y seguridad, fomentando la unión y el bienestar familiar.

Si te surgen dudas sobre cómo afrontar la incorporación de las nuevas tecnologías en la vida de tus hijos, no dudes en consultarnos en el teléfono 681 372 373 o en el e-mail serfelizbelenmartin@gmail.com

En SER FELIZ somos expertos en educación familiar.