Las discusiones son un elemento cotidiano en nuestras vidas. Normalmente damos por supuesto que son inevitables, pero esto no es así. Te cuento porque.

Cada persona es única y su estilo de comunicación depende en gran medida de sus experiencias vitales (que son únicas a su vez) por lo que es frecuente encontrarnos con que las mismas palabras o expresiones no son interpretadas igual por dos personas diferentes. Además, a ello se suma que la mayoría de actos comunicativos se ven muy influenciados por nuestros estados emocionales (¿no te ha pasado que has dicho algo de mala manera porque estabas nervioso, malhumorado o cansado sin tener la voluntad de decirlo de mala manera? ¿O que otra persona ha malentendido tus intenciones porque estaba enfadada o triste?).
Y por si fuera poco todo tenemos un sesgo benevolente hacia nosotros mismos: olvidamos nuestros errores pero recordamos tozudamente el daño que nos han hecho, con el agravante de que buscamos en la comunicación cualquier información que confirma nuestras ideas y descartamos la que no.
Hay multitud de estudios científicos que señalan que el principal problema en la comunicación, y el que provoca mayor número de discusiones, es la ambigüedad (que el mensaje no esté claro para todas las partes). Teniendo en cuenta que las habilidades de comunicación se pueden aprender y mejorar hay algunas pautas que nos pueden ayudar a comunicarnos y evitar las discusiones:
1. Escuchar con atención
2. Respetar a los demás
3. Preguntar lo que no se sabe o no se entiende
4. Gestionar las propias emociones para que no afecten negativamente a la comunicación
5. Mostrar empatía
6. Ser amable
Comunicarse sin discutir, tratando y siendo tratados con respeto, establece las bases de la serenidad y la felicidad.
Y tú ¿consideras que discutes mucho?
¡Cuenta, cuenta, que te leo y te escucho?