Comunicación eficaz

14. Las emociones ¿qué son y cómo nos afectan?

Las emociones las sentimos constantemente, sin embargo nadie nos ha explicado en qué consisten o cómo nos afectan, información que nos ayudaría sobremanera a aprender a gestionar nuestras propias emociones.

La palabra emoción significa “hacer mover”, y está muy relacionada con la motivación (“mover hacia”). Quizá este significado es más obvio ya que cuando algo nos agrada, gusta o interesa nos genera una cierta inquietud para ”movernos hacia” eso (nos motiva).

El concepto de emoción es un poco más complejo debido a sus connotaciones históricas: cuando éramos seres primitivos nuestro cerebro era mucho más pequeño de lo que es ahora, y dos de sus estructuras principales eran la amígdala y el hipotálamo, que son los centros donde se generan las emociones. La función de las emociones en ese momento era muy relevante y consistía en la supervivencia: cuando uno de nuestros antepasados sentía una emoción intensa (por ejemplo, el miedo) ante un estímulo que le generaba incertidumbre o malestar se activaban estos núcleos cerebrales y conectaban con la parte de acción de nuestro cerebro iniciando una secuencia conductual de huida o ataque, que favorecía su supervivencia (por ejemplo, si se trataba de un animal, huyendo o atancándolo se aseguraba de sobrevivir).

A lo largo de los años de evolución del ser humano nuestro cerebro ha crecido, especialmente en las áreas frontal y prefrontal, que son las encargadas de nuestro pensamiento racional. Sin embargo seguimos manteniendo los mismos núcleos emocional que se activan e inician comportamiento de huida/ataque (miedo), aproximación (amor) o distanciamiento (asco) en función del tipo de emoción y la intensidad sentidos. En la actualidad, en nuestra sociedad, las emociones ante situaciones de peligro real mantienen esa función antigua de supervivencia, pero no tienen el mismo sentido en nuestro día a día, en el que no es funcional ni adaptativo responder a los estímulos con los comportamientos primitivos que provocan. Esto es fácil de identificar en situaciones de condicionamiento emocional, por las que ante una situación en la que hemos sentido una emoción intensa nos sentimos impelidos a actuar de manera impulsiva por la emoción que nos ha generado, incluso aunque nos suponga una pérdida de oportunidades o de bienestar. Un ejemplo de emoción negativa intensa que nos puede generar este tipo de respuesta es el miedo a un objeto o situación (llegando incluso a desarrollar patologías como las fobias), y un ejemplo de emoción positiva intensa es el amor (llegando incluso a padecer situaciones perjudiciales para uno mismo por sentirse enamorado de otra persona y desear por encima del propio bienestar el bienestar del otro). Todo ello limita nuestras vidas aunque nuestras vidas no dependan de ello (ya no sobrevivimos por huir de algo que nos genera miedo, o por cumplir todos los deseos de una persona que amamos).

Las emociones son comunes a toda la humanidad y los estudios científicos muestran que las emociones básicas nos afectan a todos en función de su intensidad y su valencia (positiva/negativa). El hecho de desconocer su funcionamiento nos lleva habitualmente a actuar de manera impulsiva sin tener en cuenta las consecuencias, lo que puede llegar a perjudicarnos.

El simple hecho de saber que las emociones existen, poder ponerles nombres e identificar en que situaciones, con que personas o que circunstancias se activan nos ayuda a decidir que deseamos hacer con nuestra conducta.

Esto no significa que no tengamos que sentir las emociones, sino todo lo contrario: es maravilloso sentir emociones y dejarlas fluir, ya que es lo que nos define como personas, pero podemos delimitar el alcance que tiene sentir emociones en nuestro comportamiento y nuestras conductas, de manera que seamos consecuentes con nosotros mismos y eficaces con nuestros objetivos.

El ejercicio adecuado para iniciar el trabajo de gestión emocional consiste en iniciar una observación (a ser posible sistematizada en forma de registro) para aprender a conocernos a nosotros mismos respecto a nuestras emociones. Un registro que puede ayudarnos en este proceso puede incluir las situaciones en las que hemos sentido emociones intensas, día y hora, lugar, personas que nos acompañaban, nombre de la emoción sentida, intensidad de la misma (por ejemplo de 0 a 10) y las consecuencias que ha tenido sentir esa emoción o que hemos hecho al respecto (cual ha sido nuestra respuesta cognitiva y/o conductual a esa emoción).

Siempre se agradece que si te ha gustado el vídeo nos des un “me gusta”, nos dejes un mensaje o te suscribas a nuestro canal. De esta manera ayudas que lleguemos a más personas.

Comunicación eficaz

9. La comunicación con uno mismo

En los vídeos anteriores hemos empezado a valorar la importancia que tiene en nuestra vida cotidiana la comunicación con los demás, y en el vídeo justo anterior a éste hemos comentado la importancia del autoconocimiento, o conocimiento de uno mismo, a través de nuestra percepción de nosotros mismos y de las personas que nos rodean. En el vídeo de hoy vamos a profundizar en nuestro propio flujo de pensamientos: en como nos comunicamos con nosotros mismos.

Nos pasamos el día “hablando con nosotros mismos”, pensando cosas a las que a veces prestamos mucha atención, y otras veces no. Si estuviéramos todo el tiempo prestando atención a lo que pensamos sería una pérdida de tiempo y recursos muy importante que nos impediría tener una relación normalizada o funcional con nuestro entorno. Sin embargo es necesario saber que ese flujo de pensamiento existe y que a en ocasiones nos supone una limitación en la vida cotidiana porque nos afecta a nivel cognitivo y emocional, influyendo en nuestra conducta.

¿Cómo nos podemos conocer mejor a través de conocer como nos comunicamos con nosotros mismos? En primer lugar sabiendo sobre qué “hablamos” con nosotros mismos. Normalmente hay dos temas principales de conversación en nuestro flujo de pensamientos internos:

  1. Las tareas pendientes
  2. Las preocupaciones, que consiste en dar vueltas a los acontecimientos pasados que nos afectan a nivel emocional, y a los posibles acontecimientos futuros que nos generan incertidumbre, y por ello, cierto malestar.

La pauta más eficaz para gestionar nuestro propio flujo de pensamiento consiste en hacer listas. En el primer caso, para las tareas pendientes, porque el hecho de sacarlas de nuestro pensamiento para apuntarlas y dejarlas previstas como tarea “real” en un horario o calendario semiestructurado, hace que automáticamente dejemos de darle vueltas (porque ya está programada y ordenada para hacerse en algún momento y algún lugar establecidos).

En caso de las preocupaciones, a pesar de que sea un poco más complicado porque solemos darles vueltas a las cosas que nos han generado malestar más que a las que nos han generado bienestar, la mejor pauta para gestionarlas también es recurrir a las listas: podemos redactar (en papel, en el móvil, o en cualquier formato que nos sea accesible) cual es la preocupación concreta a la que damos vueltas en nuestra cabeza, qué personas están implicadas, qué nos hace sentir, si queremos o no hacer algo al respecto, qué alternativas podemos valorar para actuar, etc. De esta manera enseñamos a nuestro cerebro que las preocupaciones forman parte de nuestra vida cotidiana, y nuestro flujo de pensamiento, y que podemos estructurarlas de una manera productiva, de manera que nos restan las energías y el tiempo imprescindible para procesarlas y ponerles solución, si es necesario.

Así no nos preocupamos de una manera espontánea y poco adaptativa (dedicando horas y horas a dar vueltas a situaciones reales o no, pasadas, presentes o posibles futuras), si no que trabajamos para generar un hábito de pre-ocuparse únicamente de aquello que merece la pena y elaborando una serie de informaciones que nos ayudan a resolver situaciones o estados emocionales de manera efectiva y eficaz. Todo ello nos acerca al gran objetivo de nuestras vidas: SER FELICES.

Siempre se agradece que si te ha gustado el vídeo nos des un “me gusta”, nos dejes un mensaje o te suscribas a nuestro canal. De esta manera ayudas que lleguemos a más personas.

Si consideras que los problemas de tu vida cotidiana o tus preocupaciones son difíciles de gestionar, no olvides que nadie nos ha enseñado a hacerlo y que si necesitas ayuda estamos a tu disposición en el teléfono 681 372 373 y el e-mail serfelizbelenmartin@gmail.com.

¡Muchas gracias y que hagas un buen día!

Comunicación eficaz

7. El contexto físico, el contexto social y el momento

Los manuales y referencias sobre comunicación en muchas ocasiones no recogen los conceptos de contexto físico, contexto social y momento, cuando son aspectos cruciales a la hora de ser eficaces en nuestra vida cotidiana.

El contexto físico hace referencia a los objetos y el entorno físico que nos rodea (por ejemplo, paredes, puertas, mesa, silla, botella, etc.) y que pueden favorecer o entorpecer la comunicación. Es especialmente importante en el ámbito laboral porque solemos estar en lugares en que la distribución responde a un objetivo de maximizar el aprovechamiento del espacio y la presencia de objetos está destinada el desempeño de un puesto específico de trabajo, pero en muchas ocasiones dificultan la comunicación fluida.

Como buenos comunicadores nuestro objetivo respecto al contexto físico es identificar los objetos que entorpecen la comunicación y modificarlos en la medida de lo posible para que su interferencia sea mínima. En el caso de no poder modificar el contexto físico y éste no sea favorable para la comunicación una buena alternativa es trasladar la comunicación a un lugar más apropiado.

El contexto social hace referencia a las personas con las que estamos cuando tenemos una conversación concreta. Es especialmente importante en las relaciones personales, ya que no se puede hablar cualquier tema delante de cualquiera, porque impide que el mensaje se transmita o reciba adecuadamente por la influencia de los demás.

El concepto de momento se refiere a buscar un momento adecuado para cada comunicación. Cada persona tiene una gradación de importancia para las cosas de su vida (por ejemplo, el orden para mí puede ser muy importante, y para otra persona nada importante) y no es ni mejor ni peor, solo diferente. Cuando tenemos conversaciones sobre temas triviales o de la vida cotidiana que no tienen una importancia muy alta para nosotros, el momento es casi indiferente. Sin embargo cuando un tema en particular para nosotros es especialmente importante y tenemos que compartir una información al respecto con alguien no podemos hacerlo en cualquier momento (que es lo que se suele hacer porque tendemos a actuar por impulso: esto se me pasa por la cabeza ahora, pues ahora lo hablo), sino que tendremos muchas más probabilidades de que nuestro mensaje sea más eficaz si buscamos el momento adecuado para transmitirlo. También hay que tener en cuenta que el momento también tiene que ser adecuado para la otra persona, por lo que es recomendable preguntar al otro cuando le va bien para que todas las personas implicadas en la conversación compartan el mejor momento posible y la comunicación sea fluida y eficaz.

El ejercicio indicado para trabajar estos conceptos es observar estos aspectos en nuestras comunicaciones cotidianas. De esta manera podemos aprender a identificar y modificar el contexto físico, seleccionar el contexto social y elegir el momento adecuado para que las comunicaciones sean más eficaces y nos ayuden a mejorar el bienestar con nosotros mismos y con las personas que nos rodean. Teniendo en cuenta todas las pautas de comunicación eficaz que hemos ido considerando nos acercamos un poquito más al gran objetivo de nuestras vidas, que no es otro que SER FELICES.