Las emociones las sentimos constantemente, sin embargo nadie nos ha explicado en qué consisten o cómo nos afectan, información que nos ayudaría sobremanera a aprender a gestionar nuestras propias emociones.
La palabra emoción significa “hacer mover”, y está muy relacionada con la motivación (“mover hacia”). Quizá este significado es más obvio ya que cuando algo nos agrada, gusta o interesa nos genera una cierta inquietud para ”movernos hacia” eso (nos motiva).
El concepto de emoción es un poco más complejo debido a sus connotaciones históricas: cuando éramos seres primitivos nuestro cerebro era mucho más pequeño de lo que es ahora, y dos de sus estructuras principales eran la amígdala y el hipotálamo, que son los centros donde se generan las emociones. La función de las emociones en ese momento era muy relevante y consistía en la supervivencia: cuando uno de nuestros antepasados sentía una emoción intensa (por ejemplo, el miedo) ante un estímulo que le generaba incertidumbre o malestar se activaban estos núcleos cerebrales y conectaban con la parte de acción de nuestro cerebro iniciando una secuencia conductual de huida o ataque, que favorecía su supervivencia (por ejemplo, si se trataba de un animal, huyendo o atancándolo se aseguraba de sobrevivir).
A lo largo de los años de evolución del ser humano nuestro cerebro ha crecido, especialmente en las áreas frontal y prefrontal, que son las encargadas de nuestro pensamiento racional. Sin embargo seguimos manteniendo los mismos núcleos emocional que se activan e inician comportamiento de huida/ataque (miedo), aproximación (amor) o distanciamiento (asco) en función del tipo de emoción y la intensidad sentidos. En la actualidad, en nuestra sociedad, las emociones ante situaciones de peligro real mantienen esa función antigua de supervivencia, pero no tienen el mismo sentido en nuestro día a día, en el que no es funcional ni adaptativo responder a los estímulos con los comportamientos primitivos que provocan. Esto es fácil de identificar en situaciones de condicionamiento emocional, por las que ante una situación en la que hemos sentido una emoción intensa nos sentimos impelidos a actuar de manera impulsiva por la emoción que nos ha generado, incluso aunque nos suponga una pérdida de oportunidades o de bienestar. Un ejemplo de emoción negativa intensa que nos puede generar este tipo de respuesta es el miedo a un objeto o situación (llegando incluso a desarrollar patologías como las fobias), y un ejemplo de emoción positiva intensa es el amor (llegando incluso a padecer situaciones perjudiciales para uno mismo por sentirse enamorado de otra persona y desear por encima del propio bienestar el bienestar del otro). Todo ello limita nuestras vidas aunque nuestras vidas no dependan de ello (ya no sobrevivimos por huir de algo que nos genera miedo, o por cumplir todos los deseos de una persona que amamos).
Las emociones son comunes a toda la humanidad y los estudios científicos muestran que las emociones básicas nos afectan a todos en función de su intensidad y su valencia (positiva/negativa). El hecho de desconocer su funcionamiento nos lleva habitualmente a actuar de manera impulsiva sin tener en cuenta las consecuencias, lo que puede llegar a perjudicarnos.
El simple hecho de saber que las emociones existen, poder ponerles nombres e identificar en que situaciones, con que personas o que circunstancias se activan nos ayuda a decidir que deseamos hacer con nuestra conducta.
Esto no significa que no tengamos que sentir las emociones, sino todo lo contrario: es maravilloso sentir emociones y dejarlas fluir, ya que es lo que nos define como personas, pero podemos delimitar el alcance que tiene sentir emociones en nuestro comportamiento y nuestras conductas, de manera que seamos consecuentes con nosotros mismos y eficaces con nuestros objetivos.
El ejercicio adecuado para iniciar el trabajo de gestión emocional consiste en iniciar una observación (a ser posible sistematizada en forma de registro) para aprender a conocernos a nosotros mismos respecto a nuestras emociones. Un registro que puede ayudarnos en este proceso puede incluir las situaciones en las que hemos sentido emociones intensas, día y hora, lugar, personas que nos acompañaban, nombre de la emoción sentida, intensidad de la misma (por ejemplo de 0 a 10) y las consecuencias que ha tenido sentir esa emoción o que hemos hecho al respecto (cual ha sido nuestra respuesta cognitiva y/o conductual a esa emoción).
Siempre se agradece que si te ha gustado el vídeo nos des un “me gusta”, nos dejes un mensaje o te suscribas a nuestro canal. De esta manera ayudas que lleguemos a más personas.