Comunicación eficaz

8. El autoconocimiento

El “Yo” es el autoconcepto que tenemos de nosotros mismos. En muchas ocasiones creemos que nos conocemos muy bien, que sabemos como nos ven los demás y como nos comunicamos. Sin embargo esto no es siempre así: solemos tener un autoconcepto propio que difiere del concepto que tienen otras personas sobre nosotros. Ésto hace que el autoconcepto de cada uno esté limitado a su única perspectiva.

Con anterioridad ya habíamos planteado una serie de ejercicios para ayudarnos a conocernos mejor, tales como mirarnos en el espejo y hablar con uno mismo para que ver lo que los demás ven (porque nosotros no nos vemos prácticamente en todo el día) y grabarnos en audio y/o vídeo para poder observar nuestros comportamientos.

En el vídeo de hoy te planteo un ejercicio diferente y más específico que te ayudará a conocerte mejor y te permitirá hacer una reflexión sobre tu autoconocimiento a través de como te ves y como te ven los demás. Consiste en que apuntes un listado de diez características tuyas, que pueden ser tanto positivas como negativas, y pueden referirse a categorías diferentes (psicológicas, físicas, emocionales o de conducta), y después le pides a personas de tu entorno que realicen un listado de diez características que te definan. A ser posible selecciona personas de diferentes ámbitos de tu vida (amistades, trabajo, ocio, familia, etc.) para que englobes diferentes perspectivas y tengas una visión más amplia de como te ven los demás.

Con mucha probabilidad el listado que tú hayas realizado y el que hayan hecho los demás sobre ti no coincidan, al igual que seguramente no coincidirán los listado de características que hayan hecho sobre ti las diferentes personas.

Esto sucede porque no “somos” exactamente igual, ni nos comportamos igual en los diferentes ámbitos de nuestra vida, lo cual es indicativo de la flexibilidad de nuestro comportamiento según con quien estemos, donde y en que circunstancias.

Una vez que hayamos realizado el ejercicio nos ayudará a conocernos mejor a través del autoanálisis que hayamos hecho de nosotros mismos y, además, de la descripción que nos han aportado los demás. De esta manera podemos elegir de todas las características que hemos recopilado (propias y ajenas) las que más nos gustan o que consideramos nuestras fortalezas para potenciarlas, y poder seleccionar las que no nos gustan o que consideramos poco deseables para modificarlas.

Se trata de un ejercicio de crecimiento personal a través de la visión del “Yo” desde uno mismo, complementada con la visión del “Yo” que nos aportan las personas cercanas de nuestro entorno.

A medida que nos conocemos mejor aumenta nuestro bienestar con nosotros mismos y nos ayuda a sentirnos más a gusto con las personas que nos rodean (y viceversa), de manera que nos acercamos un poquito más al objetivo de SER FELICES.

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6. La responsabilidad y la actitud

Cada uno de nosotros somos responsables de nuestras conductas. No elegimos muchas cosas de las que nos sucede pero sí podemos decidir que hacemos al respecto.

En lo que concierne a la comunicación somos responsables tanto como emisores de nuestros propios mensajes como receptores de los mensajes de los demás (escuchando como nos gustaría que nos escucharan).

Aún siendo responsables de nuestras conductas (comunicativas en este caso) y haciéndolo lo mejor posible no siempre vamos a conseguir nuestros objetivos u obtener las consecuencias deseadas. Esto sucede bien porque la otra persona no tiene el mismo concepto de responsabilidad que tú, o no dispone de los mismos conocimientos o información que tú.

El concepto de responsabilidad es muy importante en nuestra vida cotidiana ya que supone asumir que lo que yo hago es responsabilidad mía pero que lo que hacen los demás es de cada uno de ellos. Yo no me puedo hacer responsable de los conductas de los demás, ni me debo sentir responsable de sus comportamientos y no puedo pretender que nadie sea igual de responsable que yo de sus conductas (que sería lo ideal).

Ser responsable es ser consecuente con las conductas que elijo y con sus consecuencias. A lo largo de la vida debemos plantearnos con frecuencia (cada día a ser posible) si nos sentimos satisfechos con nuestro comportamiento. Si es así significa que estamos siendo responsables, y si no lo es esta reflexión nos ofrece la posibilidad de aprender de los pensamientos, emociones y conductas que no nos agradan de nosotros mismos para poder modificarlos de una manera responsable.

El concepto de responsabilidad está estrechamente ligado al de actitud. La actitud es la posición que tomamos frente a algo. Tiene una valencia (valor positivo o negativo que le atribuimos) y una intensidad (de poco intensa a muy intensa). Mantener una actitud empática y tolerante facilita las relaciones con los demás.

Si combinamos una actitud de respeto y un comportamiento responsable y consecuente es mucho más fácil que mantengamos una relación sana y agradable con nosotros mismos y con los demás, y de esta manera acercarnos al objetivo de nuestras vidas de SER FELICES.

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4. La mirada, la postura y la distancia

Sabiendo que nuestro bienestar depende en gran medida de las estrategias de comunicación que utilizamos con nosotros mismos y con los demás podemos aprender a analizar los procesos comunicativos para ayudarnos a mejorarlos.

La comunicación consta de tres aspectos claves:

  • qué decimos (los aspectos verbales o palabras que utilizamos)
  • cómo lo decimos (aspectos paraverbales como la entonación o el volumen)
  • qué hacemos mientras nos comunicamos (aspectos de comunicación no verbal y lenguaje corporal)

Para incorporar pautas eficaces de comunicación a nuestro repertorio básico de conductas en esta ocasión vamos a trabajar tres aspectos básicos: la mirada, la postura y la distancia.

Respecto a la mirada es importante tener en cuenta que el porcentaje más adecuado para mantener una comunicación fluida es alternar un 50% de mirada directa a los ojos y el otro 50% repartido alrededor del rostro (“aura”).

Por lo que concierne a la postura cabe destacar que inclinar ligeramente el cuerpo hacia la persona con la que hablamos denota interés, mientras que echarse hacia atrás manifiesta desinterés o rechazo. Asimismo si deseamos demostrar apertura y comodidad (y facilitar que la otra persona se sienta atendida) podemos mantener los brazos abiertos a ambos lados del cuerpo (o sobre las piernas si estamos sentados) con las palmas de las manos abiertas y mirando hacia arriba.

Para terminar, la distancia es un aspecto de la comunicación que depende en gran medida de la cultura: en sociedades mediterráneas la distancia considerada adecuada en una conversación cotidiana es de aproximadamente un metro. Sin embargo en sociedades más “frías” (por ejemplo en el norte de Europa o en Inglaterra) los cánones de educación implican que esa distancia sea más amplia (de 1,20 metros a 1,50 metros) ya que si una de las personas se aproxima más puede considerarse una invasión del espacio personal. En culturas más “calientes” (por ejemplo, sur de América) las distancias se acortan y el contacto físico más habitual. La distancia va a depender mucho de la persona con la que hablamos, su procedencia, el grado de confianza y el contexto en el que nos encontramos. Un truco ante situaciones en las que dudamos si una distancia es adecuada en una conversación es avanzar unos centímetros discretamente hacia la persona con la que nos comunicamos y ver si la persona se mantiene en su posición. Si percibimos que la persona recula o se va hacia atrás, debemos retroceder para acomodar la distancia.

A partir de ahora podemos observar si nuestras conductas comunicativas en lo que respecta a la mirada, la postura y la distancia nos eficaces. Si lo son nos podemos felicitar por ello, y si no lo son y deseamos modificarla podemos establecer un plan de cambio dividiendo la conducta en conductas más pequeñas (microconductas) e intentando cambiar cada vez una microconducta, en una circunstancia, con una persona en concreto e ir repitiendo hasta incorporar estos cambios como hábitos para después poder generalizarlos a más contextos.

De esta manera maximizamos las posibilidades de ser eficaces en nuestros comportamientos comunicativos y sentirnos mejor con nosotros mismos y con los demás, acercándonos a nuestro gran objetivo de SER FELICES.

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5. El vocabulario, la entonación y el volumen

Uno de los conceptos más importantes en comunicación eficaz es la adaptación a la persona con la que hablamos. Dos de las claves en esta adaptación comunicativa son el buen uso del vocabulario y de la entonación y el volumen.

Si en un proceso comunicativo utilizamos un vocabulario que no entiende la otra persona es difícil que le llegue el mensaje que queremos transmitirle. Por ello la pauta más adecuada es utilizar las palabras que mejor reflejen lo que queremos decir pero adaptado a la persona con la que hablamos (por ejemplo, el mismo mensaje lo podemos expresar de manera diferente si lo dirigimos a un niño o a un adulto, o a un amigo o un compañero de trabajo).

La idiosincrasia consiste en que cada uno de nosotros es diferente y único, por lo que adaptarnos a la idiosincrasia de cada persona facilita que los mensajes fluyan con mayor facilidad y de lugar al mínimo de errores y la máxima comprensión.

Respecto a los aspectos paraverbales de la comunicación (por ejemplo, la entonación y el volumen) cabe destacar que cada uno de nosotros suele utilizar un tono y volumen “estándar” en sus conversaciones habituales. Para conocernos mejor y conocer este tono y volumen estándar podemos grabarnos y escucharnos, ya que la voz que escuchamos de nosotros mismos es diferente a la que escuchan los demás porque tiene un componente de resonancia en nuestra caja torácica. Si nos resulta inadecuado o poco adaptativo tras observarnos (recordemos que no podemos modificar algo que no hemos observado) siempre podemos recurrir a realizar aprendizajes para cambiarlo y alcanzar un tono y volumen que resulte más coherente y verídico con lo que deseamos expresar. En cualquier caso la pauta más efectiva es aprender a modular nuestro tono y volumen de manera que podamos elegir los que mejor se adapten a las circunstancias, la persona a la que nos dirigimos y el mensaje que deseamos transmitir (flexibilizar nuestra conducta comunicativa para hacerla más eficaz).

Todo ello facilitará que nos sintamos mejor con nosotros mismos y con los demás por mejorar la calidad de los mensajes que transmitimos, y que, en definitiva, repercute en incrementar nuestro bienestar y ayudar a que nos sintamos más FELICES.

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3. La comunicación

El bienestar de una persona depende en gran medida de la relación que mantiene consigo mismo y con los demás, y estas relaciones dependen básicamente de las estrategias de comunicación.

El aprendizaje de las habilidades de comunicación es un aprendizaje no consciente en función de las experiencias que vive cada uno, por lo que es circunstancial. Sin embargo puede realizarse un aprendizaje consciente y voluntario de las conductas comunicativas. Todos podemos cambiar, ampliar y mejorar nuestras conductas comunicativas mediante la consolidación de hábitos en nuestro repertorio básico de conductas (esto se consigue mediante la repetición).

Es importante comprender que la comunicación de por sí es un proceso muy complejo, ya que se da en varios pasos, y que en todos se pueden producir errores que pueden desembocar en problemas, conflictos o situaciones que nos generen malestar: Estos pasos son:

→ “Yo pienso, siento, vivo, imagino, etc. algo que quiero comunicar”

    → “Yo modifico el mensaje en función del contexto y la persona a la que me dirijo”

      →”Yo le pongo palabras al mensaje (no siempre encontramos las adecuadas)”

        → “La otra persona recibe el mensaje con las interferencias del entorno”

          → “La otra persona reinterpreta el mensaje en función de sí misma”

            → “El resultado es que el mensaje final no es el mensaje original”

Dado que la posibilidad de errores es muy grande para ser comunicadores eficaces debemos minimizar las probabilidades de malinterpretación o equivocación.

Para aprender a comunicarnos de una manera eficaz un buen ejercicio que podemos realizar es comenzar a analizar cómo nos comunicamos, observando y desgranando en cada proceso comunicativo qué hacemos, qué sentimos, por qué creemos que lo sentimos así, cómo nos expresamos, cómo actuamos, etc. para poder valorar posibles puntos de cambio y mejora.

Mejorar nuestra comunicación, aprender a ser más eficaces, minimiza las posibilidades de malestar con nosotros mismos y con los demás, y nos acerca a nuestro objetivo de aumentar nuestro bienestar y SER FELIZ.

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2. Los hábitos

Los hábitos son las conductas que repetimos cada día y que nos definen como personas, frente a nosotros y frente a los demás. Somos lo que hacemos.

Una de las características más importantes de los hábitos es que pueden modificarse. Los aprendizajes que adquirimos a lo largo de nuestra vida nos cambian y cambian nuestros hábitos de manera inconsciente.

Nuestro repertorio básico de conductas (hábitos) de automatiza a base de la repetición, de manera que cuanto más se repite un pensamiento, conducta o emoción, se construyen conexiones neuronales más fuertes que hacen que sea más fácil que se activen estos pensamientos, conductas y emociones.

Estos hábitos no son inmutables, sino que varían a lo largo del tiempo, puesto que a medida que nos pasan cosas vamos cambiando nuestra manera de pensar, sentir, vivir y actuar. No somos la misma persona ahora, que hace diez años, hace diez meses o hace una semana. Estamos en cambio constante.

Para facilitar el autoconocimiento y el crecimiento personal es importante conocer nuestros propios hábitos. Un ejercicio que te ayuda a conocerte mejor a ti mismos es mirarte en el espejo para identificarte como individuo y rememorar situaciones asociadas a emociones (por ejemplo, alegría, tristeza, ira, etc.) para ver lo que ven los demás de ti mismo, ya que tú no te ves normalmente y las demás personas te ven todo el tiempo. El objetivo del ejercicio es observarte a ti mismo y conocer tus conductas comunicativas para saber cómo son tus hábitos de expresión facial emocional. De esta manera te facilitas comprender como funcionas tú mismo y entender como influye tu conducta en las relaciones con los demás. Esto te acerca a mejorar tu bienestar contigo mismo y con las personas que te rodean para ayudarte a SER FELIZ.

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1. La clave en las relaciones

La mayoría de problemas de nuestra vida cotidiana tienen que ver con las relaciones con las personas de nuestro entorno.

Esto se debe a dos motivos principales:

  • El primero de los motivos por el que tenemos problemas con los demás es que cada uno de nosotros ha tenido una experiencia vital única y, por lo tanto, nuestra visión del mundo es también única y especial. Cada uno de nosotros siente, piensa, vive y actúa de una manera diferente.
  • El segundo motivo por el que se producen conflictos con las demás personas es que en cada circunstancia cada persona tiene una perspectiva de la situación, sin que necesariamente nadie esté equivocado, ni nadie tenga, o deje de tener la razón. Las diferentes perspectivas pueden ser compatibles y facilitan la comprensión y el respeto mutuo.

Como decía Albert Einstein, “Una persona inteligente resuelve un problema, una persona sabia lo previene”. Para prevenir conflictos en las relaciones con los demás podemos realizar unos ejercicios para crear hábitos relacionales saludables, facilitando la empatía y la amplitud de miras.

El primer ejercicio consiste en que cada día te pares a reflexionar sobre una situación de diferencia de opiniones con otra persona que te haya sucedido y plantearte que esa persona siente, piensa, vive y actúa de una manera diferente a la tuya porque sus experiencias a lo largo de la vida simplemente son diferentes a las tuyas.

El segundo ejercicio consiste es que en esa misma reflexión, o sobre otra situación diferente en la que se haya creado un conflicto o una situación molesta para ti, intentes ponerte en el lugar del otro (empatizar) y ver la situación desde su perspectiva. Intenta aprovechar esta reflexión para identificar cosas que tú no habías visto o valorado y ampliar tu visión de esa situación a partir de esta nueva información. De esta manera no tan solo adquieres la capacidad de ver diferentes perspectivas sobre el mismo problema, sino que también puedes aprender habilidades, actitudes o conocimientos que con anterioridad a la diferencia de opiniones no tenías o no te habías planteado.

El objetivo final de estos ejercicios es favorecer tu comprensión sobre cómo funcionan las personas y sus relaciones para ayudarte a mejorar tu bienestar contigo mismo y con las personas que te rodean para ayudarte a SER FELIZ.